Jugábamos a ser libres.


Hace nada jugábamos a ser libres. 


Digo jugábamos porque yo así me sentía, viviendo tanto cada partida que los límites ni se veían. Sin darle más vueltas, fluíamos por el mundo con una libertad que creíamos conocer bien, no nos quedábamos con las ganas de nada, apostábamos a todo, sin parar de fallar para aprender. No parábamos. 

Y hacíamos bien.

Ahora ya no se puede jugar.

Ahora es cuando nos damos cuenta de que había reglas, y nos están poniendo a todos a prueba cada día.

Nos están haciendo viajar a un límite desconocido sin movernos de casa, un lugar del que vamos a levantarnos algún día, pronto llegará.

Lo bueno de esta partida difícil que nadie esperaba, es que está sacando a la luz lo único que importa, sin lo que no podríamos vivir, el motor y la esencia de todo. Las personas que queremos. Ellas son quienes sí estarán cuando todo acabe, quienes nos esperan al otro lado del tablero, cuando volvamos a jugar sin reglas, cuando volvamos a no ver limites. 

N.

Comentarios