Ese miedo eterno al descarrile, a una inminente hostia de la vida.

Esa incapacidad para explicar algunas sensaciones únicas, tan buenas que asustan porque recuerdan riesgos, porque han aprendido de lo vivido.

Puede que sepan demasiado, se creen muy listas, pero es que saben cómo hacer retumbar tan fuerte todo, tan adentro del cuerpo que por unos segundos todo se para.

Hasta se para la vida que por la mañana madruga y vuelve a tener tanta prisa como cada semana.



Comentarios